Las producciones de fines de los ochenta y principios de los noventa mantenían en vilo a los telespectadores durante meses, para solucionar todos los conflictos, de una manera muy poco convincente, en el último capítulo. Ahora la cosa promete mucho más. Probablemente porque el desenlace no se reduce al clásico "quien se queda con quien". Como en "La madrastra", hay que desvelar un misterio..., señalar a los culpables de antiguos crímenes que (a diferencia de lo que sucede en la vida real) no están sujetos ni a prescripciones ni amnistías.
"Tic Tac" probablemente sea la telenovela de mejor factura en la historia de nuestra televisión. El que haya perdido la batalla del ratlng es un hecho menor, casi anecdótico. El arte (u oficio) de la telenovela chilena dio, con esta producción, un paso importante hacia excelencias narrativas y técnicas impensables hace un lustro; "Tic Tac", pese a su formato serial, es una ficción traspasada de cine. Hay un intento (no muy sutil) de hacer la parodia de ciertos personajes-tipo de los géneros hóllywoodenses. Pero, al mismo tiempo, la directora asume como propias las tradiciones de la comedia de fantasmas y del cine de efectos especiales.
"Adrenalina", de Pablo Illanes, era una pésima teleserie y fue un éxito. "Playa salvaje", del mismo autor, es una notable teleserie, y también ha sido un éxito. A nadie se le escapa que, en ambas oportunidades, el casting fue decisivo. Pero la historia de "Playa salvaje" está magníficamente construida. De a poco se han ido revelando datos de un misterio atroz, relacionado con experimentos ilegales, muertes y traiciones. La astuta dosificación ha conseguido que el secreto sea aun más sugerente. Por otro lado, la conducta erótico-sentimental de los personajes ha sido tan equívoca, que resulta imposible anticipar la conformación definitiva de las parejas.
Los personajes son el mayor capital de "Playa salvaje". Han ido ganando, capítulo a capítulo, entidad y coherencia. A excepción de Camila y Javiera, que presentan algún grado de complejidad por su naturaleza ligeramente "freak" (la primera es una telépata introvertida y la segunda una ambiciosa arribista de origen proletario) y por sus permanentes conflictos con el medio social que habitan, el resto de los personajes ABC1, en especial los perversos, no pasan de ser convenientes maquetas (creíbles pero unívocas). Esto también vale para el celebrado delfín Zabaleta, que quedó atrapado (acaso para siempre) en la poco interesante tipología del "pololo ideal" que llora en los brazos de su madre las canalladas que le infieren sus pérfidas enamoradas.
Son los personajes populares, pletóricos de una chispa genuinamente chilena que se remonta aun a las comedias rurales de José Bohr, los que tornan memorable el cuento. Cada uno de ellos es un universo moral complejo y entrañable, desde los pintorescos miembros de la familia Cárcamo hasta ese gurú del surf que convence pese a no tener ningún antecedente en nuestra cultura.
Las teleserles -como el periodismo- se hacen para el olvido. Cuando todo termine, más de algún personaje "picante" de "Playa salvaje", continuará imponiéndose a la realidad durante un tiempo.
Última revisión: 19980324 Martes por Rodrigo "AlleyGator" Hunrichse, [email protected]
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