19980208DO Diario "EL SUR", Cuerpo 2, Sección "CULTURA Y ESPECTACULOS", Página 17.
Autorreferentes hasta morir, y convencidos de que la realidad chilena es la medida de todo, salen a los países vecinos y se la pasan diciendo- delante de quien sea- impertinencias del tenor de "esto se hace mucho mejor en Chile" o "lo nuestro es muy superior" o "nosotros solucionamos ese problema de una manera más efectiva y moderna", etc. Aquello de "argentinos mal vestidos" no es una ocurrencia casual del innominado inventor de la broma. Hay allí un auténtico rasgo de nuestra fisonomía cultural. En materia económica y urbanística, buscamos inspiración en Estados Unidos. Pero en el resto (aunque nos duela reconocerlo), nuestro espejo ha sido y es Argentina.
Basta parar un poco las antenas para detectar hasta qué punto inverosímil está difundida la argentinofilia en nuestro país. Para mí no hay mejores escritores que Borges, Cortázar y Bioy Casares, pero abundan los convencidos de que Buenos Aires es un centro cultural y artístico superior a Nueva York o París. Pero donde la admiración llega al extremo es en el tema televisivo. Para nadie es un misterio que los responsables de la marcha de nuestra televisión juran que los programas argentinos son algo así como arquetipos o paradigmas de perfección dignos de imitarse inescrupulosamente hasta la última coma. No digo que la televisión argentina sea mala. Hay de todo, aunque no temo aseverar que predomina la frivolidad. Lo que nadie puede negar es que los programas argentinos son divertidos a morir. Todo lo que tienen de asnales, babosos y taimados los nuestros lo tienen de graciosos, dinámicos y delirantes los del Río de la Plata.
En el ámbito de la literatura el hurto siempre se ha considerado aceptable, bajo ciertas condiciones: que el robo no vaya acompañado de asesinato. ¿A quién le puede importar, a estas alturas, que la historia de Romeo y Julieta haya sido escrita por infinidad de autores hoy olvidados antes que Shakespeare la tomara y le diera su grandiosa forma definitiva?
Se necesitarían varios gigabytes para enumerar la cantidad de cosas que nuestra TV la ha robado a la trasandina, pero hasta ahora no ha habido asesinato. Y si no hay asesinato, se corre el riesgo de quedar reducido a la ignominiosa condición de copia al carbón.
Cuando veo la versión criolla de Video Match (con un Kike más ruidoso que jovial) o el programa "Sacúdete" de La Red, pienso que hay algo que no entienden los chilenos de la televisión argentina: Si los programas de los que los ches son divertidos es porque los ches son divertidos. No hay vuelta. El Rafa nunca será Tinelli, se necesitarían varias transfusiones de chillona sangre italiana. El Pato Oñate nunca será Figuretti. Tenemos que hacer lo que podamos, pero a nuestra manera. ¿Porqué tendremos esa maldita manía de mirar hacia afuera, antes de escudriñar en nuestro propio humus cultural? Los chilenos también somos divertidos, pero de una manera más quieta y cerebral. El humor que surge del núcleo de la masa es tremendamente agudo e iconoclasta. Los programas livianos de nuestra TV debieran reflejar algo de eso. Nada más patético que el perno del curso tratando de ser el tipo más popular del colegio.
Última revisión de este documento: 19980605 Viernes por Rodrigo "AlleyGator" Hunrichse, [email protected]
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Rodrigo "AlleyGator" Hunrichse.